Contexto histórico:
Bacanales: Persecución
En el año 186 a. de J.C. tuvo lugar la primera gran persecución religiosa del Imperio romano, bien conocida por la narración del historiador Livio y por el propio edicto sobre las Bacanales, conservado en el Museo de Viena en unas planchas de bronce. La descripción de la persecución ha sido bien estudiada en su trasfondo económico y social recientemente por Gallini. Después de la terminación de la Segunda Guerra Púnica con la batalla de Zama (año 202 antes de J.C.), las asociaciones báquicas, que veneraban al dios tracio Dyonisos, el Baco de los romanos, cuyo culto principalmente entre los estratos más bajos de la sociedad ateniense del siglo VI antes de J.C. había gozado de una gran aceptación, se propagaron por Roma y por toda Italia desde Etruria, a donde habían llegado desde Grecia. Los devotos del dios en Roma, al decir de Tito Livio, eran fundamentalmente mujeres; había también entre ellos libres y algunos nobles. La persecución alcanzó a unas siete mil personas, entre hombres y mujeres, lo que prueba la extensión que el culto alcanzó en Roma. El comediógrafo Plauto lo valora negativamente; los rituales báquicos eran siempre, para este autor, un ejemplo de desorden y de juerga. Los cultos dionisíacos, si creemos a Tito Livio, tuvieron al principio poca aceptación en Roma, sólo entre las mujeres, hasta que se pusieron de moda entre los hombres, principalmente entre los menores de 20 años, gracias a las "innovaciones peligrosísimas" introducidas por la sacerdotisa de Campania, Paculla Annia, y que consistían en celebrar el ritual del culto por la noche, y en que se convirtieron de cultos públicos en un culto secreto y de masa. Antes los rituales se celebraban tres veces al año; ahora, cinco al mes. La gran innovación introducida por Paculla consistía, pues, en que, de ser los rituales dionisíacos un culto exclusivo de mujeres, fueran en adelante un culto de muchedumbre, principalmente de gente joven. El ritual báquico consistió fundamentalmente en la iniciación, por la que el individuo entraba a formar parte de la asociación báquica, y en una experiencia orgiástica, según la cual, mediante la borrachera, el baile y las manifestaciones de erotismo, creía el iniciado que entraba en posesión del dios. Estos rituales se celebraban en casas privadas y en un bosque consagrado a la diosa Estimula, al pie del monte Aventino, una de las colinas de Roma, mediante danzas orgiásticas, con la sola participación de mujeres casadas, disfrazadas de Ménades, las mujeres que acompañaban a Dyonisos en la leyenda
Culto bajo sospecha: Revelación
A principios del siglo
II a.C. vivía en Roma un joven llamado Ebucio, perteneciente a la clase de los
caballeros. Su padre fue un combatiente de caballería que posiblemente murió
durante las guerras contra el cartaginés Aníbal, por lo que quedó bajo la
tutela de su madre. Ésta contrajo segundas nupcias con Tito Sempronio Rútilo,
otro caballero, y ambos administraron a su antojo los bienes que correspondían
al joven por herencia. Cuando Ebucio se acercó a la mayoría de edad, el
conflicto familiar por una tutela irresponsable parecía inevitable. Fue
entonces cuando la madre, para cumplir la promesa que había hecho a Baco cuando
su hijo había estado enfermo, pensó en iniciarlo en el culto a esta divinidad,
una práctica religiosa muy popular en esos años. Entró entonces en escena una
liberta llamada Híspala Fecenia. Su nombre podría indicar que era de origen
hispano, más concretamente de Hispalis (Sevilla), y sin duda era una cortesana
de cierta reputación que había seguido ejerciendo su oficio incluso después de
adquirir la libertad a la muerte de su dueño. Ebucio e Híspala se hicieron
amantes, y su relación fue tan lejos que ella lo nombró su único heredero. Pero
cuando el joven le dijo que se ausentaría durante unas noches para iniciarse en
el culto a Baco por deseo expreso de su madre, Híspala se desesperó. Para
convencerlo de que desistiera le reveló que, siendo esclava, había sido
iniciada en el culto por su dueña y sabía que entrañaba toda suerte de bajezas
morales. Le aseguró que la única intención de sus padres era buscar su ruina y
quedarse con sus bienes. Cuando, persuadido por su amante, el joven volvió a
casa y comunicó a sus padres que no participaría en las bacanales, éstos lo
echaron. Ebucio se refugió en casa de su tía paterna, una respetable anciana
llamada Ebucia, que le aconsejó denunciar el caso al cónsul Espurio Postumio
Albino. El caso llegó entonces a instancias oficiales. Postumio era un patricio
y seguramente pensó que este asunto era una oportunidad para recuperar el honor
familiar, ya que su padre había muerto en una humillante derrota de las
legiones romanas frente a los galos. Secundado por su suegra Sulpicia, matrona
de intachable reputación, Postumio investigó el caso. Tras una primera reunión
con Ebucia, citó a Híspala. La escena de la confesión, según la relata el
historiador Tito Livio, fue dramática: Híspala se debatió entre la obediencia
debida a la máxima autoridad de Roma y su compromiso de guardar secreto sobre
el culto, ya que lo contrario comportaba el castigo divino. Al final, el cónsul
le prometió protección e Híspala decidió confesarlo todo. La liberta contó que
antiguamente el culto de Baco estuvo reservado a las mujeres, que se reunían
tres días al año. Pero Pacula Annia, una sacerdotisa de Campania, introdujo
varias reformas bajo inspiración divina: habría sido la primera en iniciar a
hombres, a sus propios hijos, y habría multiplicado las ceremonias, que habrían
pasado a cinco por mes y se celebraban por la noche. "Desde que los ritos
eran promiscuos y se mezclaban hombres y mujeres –resume Tito Livio–, no había
delito ni inmoralidad que no se hubiera perpetrado allí; eran más numerosas las
prácticas vergonzosas entre hombres que entre hombres y mujeres. Los reacios a
someterse al ultraje eran inmolados como víctimas. Los hombres, como posesos,
hacían vaticinios entre frenéticas contorsiones corporales; las matronas,
ataviadas como bacantes, con el cabello suelto, corrían hasta el Tíber con
antorchas encendidas y las sacaban del agua con las llamas intactas porque
contenían azufre vivo y cal. Era una multitud muy numerosa, y entre ellos
algunos hombres y mujeres de la nobleza". Se captaba sólo a los menores de
veinte años, los "más permeables al engaño y la corrupción". Postumio
decidió intervenir de inmediato. Expuso primero el caso ante el Senado,
agitando los fantasmas de la juventud ultrajada y de las matronas desinhibidas
y emancipadas, y los senadores, "presa del pánico", aprobaron un
senadoconsulto (decreto) sobre la materia. El propio Postumio anunció las
medidas ante la asamblea de los ciudadanos romanos. Denunció la "impía
conjura" de los adeptos a esos "cultos extranjeros",
"hombres enteramente afeminados, corrompidos y corruptores, embrutecidos
por las vigilias, el vino, el ruido y los gritos nocturnos". Se cifró en
unos siete mil el número de implicados en Roma. La persecución, por ello, fue
implacable y se convirtió en una caza de brujas, la primera conocida en la
historia de Europa.
Detrás de las persecuciones
¿Por qué preocupaba tanto a los senados romanos la
ejecución de estos cultos?
Ya en el año 213 a. de
J.C., en plena guerra anibálica, el senado romano, por razones políticas, no
religiosas, había intentado eliminar los nuevos cultos extranjeros propagados
por Roma. Las bacanales eran, por lo tanto,
sitios de evasión para la masa de desheredados, con graves problemas económicos
y sociales, y para las mujeres que no se habían realizado plenamente, debido a
la situación por que atravesaba Roma. Se buscaba una respuesta religiosa a
problemas sociales y se pretendía una liberación religiosa. Todo lo que
escapaba al control del senado era considerado una "superstición";
por eso Tácito llama al cristianismo, que también escapaba al control del
senado, una nueva superstición. Los cultos báquicos representaban también una
oposición radical a la tradición romana, a lo establecido y admitido siempre, y
por eso también fueron perseguidos. En cambio no fueron perseguidos otros
cultos orientales, como el de la Gran Madre o Cibeles, que no escapaba al
control de la clase dirigente, introducidos oficial y pomposamente en Roma en
el año 205 antes de J.C. Los cultos báquicos constituían, pues, una novedad
dentro del contexto religioso y social de la época, por cuanto estas
asociaciones representaban una formación social nueva, que escapaba al control
del Estado y de la familia.
Peligro social de los bacanales
El peligro social de los cultos dionisíacos estribaba, pues, en que por primera vez en la historia de Roma un culto unía a todos los marginados desde el punto de vista social: a la plebe urbana, al subproletariado campesino emigrado a Roma, a grupos minoritarios que empezaban a cobrar importancia económica. Junto a todos estos estaban los plebeyos provinciales procedentes de Etruria, tierra de grandes latifundios, de masas de esclavos y muy devota desde siempre de Dyonisos; de Campania, tierra superpoblada dedicada al comercio y que contaba con una población de tendencia antirromana; y de Apulia, donde los cultos dionisíacos gozaban de gran aceptación y tomaron un marcado carácter antirromano debido a la pérdida de la independencia política, a la decadencia económica de las ciudades costeras y al paso de las tierras a control de Roma.
¿La cultura grecia tuvo alguna influencia en qué Roma comenzará a practicar las bacanales?
ResponderBorrarMmmmm
BorrarSí, de hecho los bacanales fueron un culto importado por las familias griegas, que viajaban a Roma tras los estragos provocados por la guerra
Borrar¿Qué representaban los cultos baquicos?
ResponderBorrarPodrías ver el vídeo de la portada :)
Borrar¿Cuántas personas alcanzó la persecución entre hombres y mujeres?
ResponderBorrarMuchas ;)
BorrarMuchas ;)
Borrar"Se cifró en unos siete mil el número de implicados en Roma. La persecución, por ello, fue implacable y se convirtió en una caza de brujas, la primera conocida en la historia de Europa." Esto se encuentra dentro del blog
BorrarPor favor lee más atentamente 🤗
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